martes, mayo 05, 2015

Amabilidad, culpa o responsabilidad.

Hace unos días que me pasé una temporada en Madrid por trabajo. Allí tengo una tía de la que algún día hablaré largo y tendido pero ahora solo contaré una parte. La mujer tiene ya 82 años y vive sola en una ciudad que ni es tan inhóspita o deshumanizada como dicen, ni tiene tantos servicios como proclaman.

La cuestión es que antes de llegar yo tuvo la desgracia de caerse por las escaleras mecánicas de la estación de cercanías. No, no pudo subir en ascensor porque no lo había, de hecho acaban de reformar la estación y parece que nadie calló en el detalle de instalar uno. Lo único realmente necesario era poner esos tornos con los que detectar, que no evitar, cuando se ha colado alguien y/o ha pagado de menos.

El SAMUR la vio y allí la dejó porque no se estaba muriendo, a nadie se le ocurrió pensar que pudiera tener algo roto, y en todo caso nadie cayó en que era probable que no tuviera ascensor en su vivienda. Como pudo llegó a su casa y sus vecinos demostraron que la parte humanizada al servirle de apoyo.

El médico nunca apareció por la casa porque estaba de guardia... y yo me pregunto, ¿no es eso lo que hacen los médicos de guardia?, pero llegué a la conclusión de que en Madrid, la sanidad, esa que no se vende, ya no existe para muchos. Decidí que lo mejor era llevarmela a Zaragoza, pero se fueron demorando con las pruebas y los diagnosticos, todo para acabar diciendole que sí, que tiene una vertebra aplastada... unos parches y a esperar a que se pase.

Volví antes que ella, y me llevé su maleta para que no tuviera que llevar ningún trasto. Ella llegó después de ir al médico por otra de sus múltiples dolencias.

La cosa es que fuí a la Estación de Delicias en Zaragoza para recibirla, cuando la localizo entre la gente que baja del tren me percato de que vuelve a llevar un par de bolsas que lleva pesadamente. Rápidamente localizo al vigilante para que no piense que estoy entrando ilegalmente en el anden y le pido permiso para ayudar en la escalera a mi tía. Me dice que no. Que no puede.

Recuerdo cuando se anuncia la vigilancia jurada, aquello de que saben usar su mejor arma... bueno, pues la de este individuo no era la cabeza pues en su análisis de riesgo, solo vio que yo medía medio metro más que él. No vio a la señora a la que pretendía ayudar ni a mis hijas que me acompañaban. Tampoco se percató de que no yo no llevaba ningún bulto sospechoso y que el tren ya no estaba en el andén por lo que difícilmente podía hacer ningún daño y no había ningún tren al que colarme.

Me dijo que para eso estaba ATENDO... ya, sí, lo habría hecho de saber que traía equipaje, pero no lo sabía, la decisión del vigilante era para ese momento, y optó por ignorar la primera premisa. Amabilidad.

El panorama actual, con vigilantes de pocas miras como aquel no me permitía pasar a ayudarla por lo que le indiqué antes de que mi tia llegase a la rampa mecánica que tenía una vertebra aplastada por caerse hace poco precisamente en unas escaleras similares llevando equipaje. No le importó por lo que le indiqué que pasase lo que pasase, yo personalmente le iba a echar a el la culpa de ello.

Parece que el detalle no le gustó pues llamó a sus compañeros mientras yo no perdía el ojo a mi tia que ya subía por la escalera y le indicaba que se cogiera a la barandilla y que dejase el equipaje en el suelo. El vigilante le indicó que no lo hiciera, entonces mi tia llegó arriba y por fortuna no se volvió a caer.

El otro vigilante, no había visto lo sucedido pero cuando yo le dije que si se hubiera caído yo le habría echado la culpa al anterior me preguntó si se trataba de una amenaza. No pude poner la reclamación porque ya no confío en la justicia, entrar en una discusión con él, por muchos testigos que hubiera podido recopilar solo me habría servido para entrar en un conflicto en el que el desgraciado solo podía perder su empleo a costa de nada, pues a mi no me habría dado ninguna satisfacción conseguirlo vete a saber después de cuantos pleitos, más aún si cabe teniendo presente que al final mi tía había conseguido salvar la fatídica escalera.

El compañero del anterior, cuando yo le decía que le habría echado la culpa de lo que hubiera podido ocurrir me preguntó si era una amenaza, le dije que no, que solo le habría echado la culpa y que tomaba nota de todo lo ocurrido. Tuve que matizarle que la culpa la tiene quien conociendo del mal que se puede cometer por omisión, no actúa en consecuencia.

Puede que un juez no le considerase responsable, de hecho, no habiendo sucedido el mal que se pretendía evitar, siempre habrían considerado que no habiendo daño, no hay culpa. Pero la culpa se la echaba en condicional, si hubiera sucedido, se la habría echado, por lo que toda discusión posterior no me llevaba a ningún lugar.

Su responsabilidad es la de evitar el daño a las instalaciones, y sobre todo a las personas. Evitar que alguien sufra por un atentado y que nadie acceda a un tren sin billete. Su celo, fue cobarde, y tuvo fortuna de que nada ocurrió.

La pena, que ahora se atribuyen funciones de agente de la ley, si tomaba su número, debían identificarme para denunciarme antes que yo a el... y yo me pregunto ¿quien amenazaba a quien?

2 comentarios:

Ginebra dijo...

Lo de la sanidad en Madrid es de traca, esa es la política neoliberal del PP madrileño y de otras comunidades: recortes y recortes y falta de médicos.
En cuanto a barreras arquitectónicas en las ciudades y pueblos: todas. Hay que hacer la vida imposible a discapacitados y ancianos, ese parece ser el lema...
Yo hubiese puesto una reclamación en la estación de tren e incluso hubiese hablado con algún encargado sobre la actitud de los vigilantes... vale que la justicia sea injusta, pero hay que ser un "grano en el culo", sólo así haremos que funcione... si lo dejamos quiere decir que nos rendimos.
saludos a tu tía

Outsider dijo...

La reclamación en Madrid ya la puso, y ahí quedo, en nada, pues la única forma es entrar a juicios que podrás ganar o no, pero necesitas gastar mucho en abogados para que al final nadie sepa lo impresentables que son.
Si podía haberlo intentado en Zaragoza, pero era entrar en una guerra en la que nada podía ganar, y me valía más quitarle agobios a mi tia que bastante tenía con estar allí de pié sufriendo por ese impresentable.