lunes, mayo 25, 2015

Álgebra política.

No se si algún matemático se ha tomado la molestia en discernir como funcionan las matemáticas en política pero estoy convencido de que es algo digno de estudio.

La construcción se repite en todos los parlamentos, un número indeterminado de parlamentarios se escoge a votación entre todos los miembros con derecho a voto de un país y entre ellos se ponen de acuerdo para elaborar, reformar y aprobar las leyes. Parece obvio que cada parlamentario debería tener un voto y una voz igualmente cualificada para hacerlo. Hasta aquí, las matemáticas parecen las mismas, 350 diputados, 350 votos y todos trabajan por igual para mejorar el sistema legal del país.

Pero el sistema axiomático de un parlamento no funciona así. Me voy a centrar en el congreso de los diputados de España pero seguramente se puede extrapolar a otros parlamentos, democráticos o no, pues su funcionamiento a mal que nos pese puede llegar a parecerse mucho.

No sabemos muy bien a que se debe que hayan 350 diputados, de hecho es significativo que este número lo determina una Ley Orgánica, es decir, esos 350 diputados podrían ponerse de acuerdo para que en lugar de 350 haya 300 o 400 cobrando del estado por sentarse, o no hacerlo, en un asiento del congreso. Las razones para cambiarlo... a saber, supongo que dependerá de la tercera integral de la función que defina la trayectoria de una hoja movida por el cierzo.

Es un dato irrelevante, así que se podría pensar que cada uno de esos diputados representa a un número de votantes o habitantes de un país, según la wiki en 2011 había un total de 35.779.491 votantes inscritos, y votaron 24.4 millones al senado y 24.6 al congreso, supongo que unos 200.000 consideraron que votar al senado era una pérdida de tiempo, seguramente lo es, pero no adelantemos conclusiones.


En teoría correspondería un diputado por cada 102.000 votantes potenciales o en el caso particular de las elecciones de 2011 uno por cada 69.700 votos efectivamente realizados. Digo en teoría porque no es así, con la excusa de garantizar representación de todas las provincias se fija un mínimo de 2 diputados por provincia, no voy a entrar en la cantidad de diputados que elige cada provincia ni en su peso relativo al número de votantes, en algún sitio leí que esto producía cambios que evidentemente favorecían al legislador de turno pero no lo voy a considerar relevante.

Lo cierto es que provincias con más habitantes tienen más diputados y aunque el número de votantes necesarios para conseguir uno de esos diputados sea mayor, las probabilidades de quedarse fuera son menores. Así que un político de peso nunca se arriesgará a presentarse por una provincia con poca representación porque siempre existe el riesgo de quedarse fuera del pastel.

Nadie dice tampoco que deban presentarse por la provincia en la que tienen fijada su residencia, y en todo caso sabiendo el calendario electoral, cada cual se inscribe en la que le plazca con anterioridad y ya está servida la primera trampa. Los diputados por provincias pretenden asegurar la representación de esa provincia pero en realidad lo único que definen es la probabilidad de resultar elegidos y por ende, su escalafón en el partido. Lo que está claro es que la mayoría de los votantes no conoce ni por asomo a la mayoría de los diputados que se presentan por su provincia.

Pero no importa, el reparto no lo entiende ni cristo aunque le echan la culpa a un tal Hondt (del que es relevante que se pronuncia algo así como "jonDeTé") para justificar que quien manda decide como se hace, pero el diputado de una provincia marginal o el último de la lista de una provincia con más diputados, ni pincha, ni corta. Es un número que sirve para hacer el cálculo del peso del partido en las elecciones. Si un partido obtiene 176 diputados, es decir, mayoría absoluta, todos los demás se pueden ir a casa. Nos dirán que en realidad trabajan en las distintas comisiones que se nombran para aprobar las leyes pero después resulta que en esas comisiones se mantienen las proporciones del congreso y por tanto quien tiene mayoría es quien legisla, el resto puede protestar cuando no se le escucha, pero nada más que eso, situación que definen como falta de consenso y otras perogrulladas que escuchamos en la prensa cuando un partido con mayoría absoluta aprueba una ley que realmente afecte al ciudadano. No es menos cierto que a veces sí se ponen de acuerdo, sobre todo cuando lo hacen para decir que todos ellos son buenos, o para subirse el sueldo, que suele ser también por unanimidad y da igual tener mayoría absoluta, todos dicen que sí.

Así que 176, cuando se habla de aprobar una ley, es el 100%, y las matemáticas empiezan a diferir, pues 350 sería también el 100% pero en este caso recibiría el nombre de aprobada por unanimidad. En principio ello significa que las que se apoyan por unanimidad tienen más probabilidades de perdurar con distintos gobiernos y que las que se aprueban unilateralmente tienen menos, pero la experiencia nos dice que en política está muy extendido el "donde dije digo, digo Diego" que básicamente consiste en negarse o abstenerse en todo lo que propone el gobierno de turno para proponerlo cuando ocupan el mismo lugar y enfrentarse a los mismos que lo propusieron antes pues han cambiado de parecer al cambiar de silla.

¿Que ocurriría si el representante nº 176 de las listas del partido, representante elegido en segundo lugar de una de esas provincias marginales con solo dos diputados decidiera que no está de acuerdo con la ley que ha propuesto su partido, alineandose con los 174 de la oposición?, es algo que ya ha pasado, algo que pretenden evitar con la "disciplina de voto", y se castiga severamente al infractor al que por otra parte se acusa de trásfuga ya que por lo general acaba cambiando de bando.

Entonces hay alguien o un grupo de "alguienes" que fija entre esos 176 que es lo que hay que votar, así que con saber lo que vota uno, sabemos lo que votan todos. Ese 1, o ese grupo que no será muy grande, se convierte nuevamente en el 100% y de esos 350, nos sobran ya 349 y nos encontramos con que no hay tanta diferencia entre una democracia y una dictadura pues al final, uno solo decide que es lo que hay que votar o en todo caso da instrucciones de como se ha de construir aquello por lo que se vota. En democracia lo llamamos presidente y el grupo de apoyo, son los ministros que él mismo elige y destituye si no deciden en consonancia con lo que él decide. Evidentemente, el presidente viene de una provincia en la que las probabilidades de salir elegido son más altas que las de que aparezca un asteroide desconocido por detrás de la luna para impactar contra las figuras de Nazca alineado con la pata de una araña.

El reparto de escaños de una provincia obliga a que para que un partido esté en el pastel, ha de obtener al menos un 3% de los votos emitidos excluidos los nulos en la misma, así que supongamos un partido que obtiene un 2.99% de todos los votos en todas las provincias. El millón de votantes de este hipotético partido obtendría dieciséis escaños menos que el millón de votantes de CIU en 2011... una resta fácil... CERO.

En 2011, la diferencia de votos entre el PP y el PSOE fue de 3.863.055 votos que supusieron 76 escaños de diferencia... 19.6 escaños por millón. Las comparaciones son odiosas, de hecho habrá quien diga que es improbable que exista ese millón de personas que votó a otra opción y que se encontró con su voto contabilizado sobre todo para la opción más votada, pero no es tan raro, en realidad, solo en la comunidad de Madrid, los partidos que tuvieron representación en las elecciones autonómicas de este sábado sumaron un total de 2.954.000 votos, el resto, hasta los 3.194.000 votos contabilizados, 170656 a otros partidos más los votos en blanco se repartieron de modo que los votantes de UPyD y Pacma se sumaron a los del PP y alguno de Vox a los de Podemos.

Ahora escuchamos al PP después de las elecciones autonómicas y municipales rasgarse las vestiduras hablando de que debe gobernar la lista más votada y ya hemos visto de donde salen muchos de los votos que se contabilizan para producir los parlamentarios o concejales de esas listas más votadas.

El problema  se origina al  no ser capaces de juntar el equivalente a esos 176 que mencionaba antes para que uno solo mandase como le viniera en gana. Quieren evitar las coaliciones porque suman votos de gente que se lo dio a partidos distintos sin tener presente que una parte de sus escaños surge del reparto de ese 3% sin representación.

Sin mayoría absoluta una única persona no puede dirigir un país y decidirlo todo por sí misma o influenciado por otras. La responsabilidad para controlar los focos de poder económico no cae entonces sobre una única persona a la que otorgar una silla de consejero en uno de las empresas que canalizan ese poder. Un gobierno de coalición cuenta con otros actores que deben decidir a su vez, aunque ello pueda suponer que la empresa de antes disponga de más sillas. Si son más partidos, igual se les acaban las sillas y entonces, solo entonces puede resultar que las votaciones de los distintos órganos de gobierno cuenten con más opiniones, no una ni dos, y solo entonces es posible que los 350 tengan algo que decir.

Al final he dejado las matemáticas algo de lado, pero como ejercicio de álgebra política se puede calcular cuantos escaños hacen el 100% si los escaños se reparten, 174 para cada partido de los dos grandes, y 2 para el resto.

Respuesta: 3 hacen 100, 2 pueden bastar para ser 100 y 4 son unanimidad... es decir 100 también. De ahí salen los birreinatos y los triunviratos... también con ciertas reminiscencias dictatoriales.














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