lunes, julio 20, 2009

Mario

Mario no es su nombre pero casi es lo de menos, a los 10 años se quedó huerfano y su abuela no tenía mucho para poderles dar educación y un futuro. Futuro no se si le dio, diría que no, pero nadie tiene capacidad para ofrecer futuro. Pero educación sí, y mucha, no se si la cogió toda de su abuela pero sus padres habrían estado orgullosos de él. Caballero... me decía, y cada vez que entraba por la puerta pedía permiso... si hubiera tenido sombrero se lo habría quitado y al entrar lo habría acercado al pecho mientras esperaba el permiso solicitado.

Pobre. Pero honrado, de esa rara honradez que escasea en este mundo, y digno, con esa rara dignidad que permite moverse por el mundo con la cabeza alta a pesar de que todo el mundo parezca mirar desde arriba.

Apareció por mi casa para hacerme la mudanza, un ecuatoriano que lleva unos años trabajando en España en todo lo que ha encontrado y durante los veranos hace mudanzas porque es cuando más demanda tiene pero que en invierno deja de trabajar porque la crisis, la maldita crisis, no afecta a los empresarios, solo a los trabajadores que se quedan sin trabajo.

Le he visto trabajar, y no paran casi ni para comer, tienen un tiempo fijado para hacer su trabajo y lo cumplen a rajatabla, y lo hacen bien aunque no he descubierto por cuanto dinero desde luego tengo claro que están mal pagados.

Trabajó en la mina, ahora no recuerdo donde pero debe ser algo caótico, es una mina sin propiedad en la que puede trabajar quien lo desee y todos lo hacen por cuenta propia, si encuentras algo lo vendes y si te haces rico, lo dejas... pocos lo dejan y quienes lo hacen en realidad creo que lo que hacen es trabajar en otro lugar.

Mario entró en la policía y la corrupción no le debió permitir vivir en paz consigo mismo y emigró como otros tantos para trabajar de sol a sol podando vides por 28 euros al día, cogiendo naranjas por 40... que parece mucho pero que no es nada teniendo presente que yo he cobrado más por hacer lo mismo hace casi 20 años ya que entonces cobrabas por kilos recogidos y no por días, que el no cobraba ni por horas.

Tambien trabajó plantando ajos a cambio de la comida diaria... y yo creía que la exclavitud se había abolido... je y un desaprensivo le cobra 120 euros por compartir un piso con otros 8...

En fin... gracias a Mario me doy cuenta de lo afortunado que soy y de lo desgraciado que me siento por no poder hacer nada por ellos, lo veré de nuevo dentro de unos dias cuando me descargue la mudanza pero antes de lamentarme por mi mala suerte, intentaré recordar a Mario, esa persona mayor (como el mismo se autocalificaba) pero de solo 42 gastados y maltratados años.

Le intenté regalar toda la dignidad que pude darle, le escuché mientras no paraba de embalar les traje la comida y la cena para que se sintieran servidos aunque solo fuera por una vez y no tuvieran que acampar al lado del camión para preparar una comida de hornillo.

No se si podré publicar otra vez, en mis dos semanas de vacaciones he descubierto que la gente se ha dado de baja de internet o ya no hay conexiones abiertas así que no pude deleitarme con lo que me gusta hacer. El viernes se da el apagón definitivo pero no creo que pueda entrar antes así que hasta que tenga conexión en Italia no podré acompañaros de nuevo.