Lo de pandereta viene de hace tiempo, cuando salíamos de marcha por Valencia y entre los Punks que veíamos los había que lo parecían mucho... pero al final eran descafeinados... de punkdereta...
Y es a lo que me refiero con el título, al falso ecologismo hipócrita que parece reinar en estos lares. No hace tanto tiempo que admiraba desde España, la limpieza ecológica de nuestros vecinos, Holandeses, Alemanes y otros, tildábamos de sucias a nuestras ciudades y nos sorprendía descubrir que aquellos teutones, aquellos bárbaros de antaño, nos enseñaban civismo, ecologismo y amor a la naturaleza...
Una pedorreta... es lo que podemos oír y ver si pulsamos en la imagen... pues ya son unos cuantos años viviendo entre ellos. Aunque no puedo negar que hay áreas en las que nos llevan mucha diferencia; ciertamente, puede que parezcan más mentalizados que nosotros en la protección del medio ambiente, pero solo es eso... mentalización.... A mi, particularmente, me recuerda un poco esa forma de sofocar los gritos de la conciencia, entregando unos céntimos al mendigo o donando unos puntos de los que han conseguido simplemente gastando o derrochando para que traducidos a dinero, no sean más que unos pocos euros con los que enviar juguetes a un paupérrimo y lejano país, dándonos el dudoso derecho a sentirnos bien por haber ayudado a arreglar el mundo.
El último invento que han parido estas mentes "ecológicas" es un pase que en función de las emisiones teóricas de CO2 y otros contaminantes del vehículo, tiene uno u otro color que definirá el nivel de acceso a las ciudades en Alemania. Verde para acceder al centro urbano, amarillo para quedarse en las puertas y rojo... dos piedras, o cambias de coche o tienes la suerte de que el transporte urbano te permite llegar a donde precisas... y a tu coche. Si vives fuera de la ciudad, es una putada relativa, pero ¿que les ocurre a los que viven en el centro? Ya se pueden ir olvidando de hacer la compra de oferta en el súper porque a ver quien es el chulo que mete doce cartones de leche, el detergente, los yogures y la barra del pan en esa bolsa arrugada con la que hay que ir a comprar por no pagar por otra bolsa.... y que decir de los helados, a los que son tan aficionados... deberían meterlos directamente en un tupper y llegar a casa y calentarlos en el microondas... y bebérselos calientes, como la cerveza en según que sitios.
¿Y todo para que?... ¿ecologismo?... si tenemos presente la diferencia de emisiones contaminantes de un vehículo circulando a 100km/h con las que realiza otro a 200km/h, seguramente llegaríamos a la conclusión de que el ahorro ecológico sería mucho mayor si se limitase la velocidad máxima de las autopistas alemanas y no se permitiese simplemente, correr hasta que reviente el coche...
Pero ahí está el quid de la cuestión... correr hasta que reviente el coche... y comprar uno nuevo, claro. Así pasa que los coches se suelen cambiar a los 3 años (en Alemania)... muy ecológico... teniendo presente la energía y las materias primas necesarias para fabricar un coche, pero claro... igual no es casualidad que el motor de la economía del país esté basado en la industria del automóvil. (VW, BMW, Audi, Mercedes...)
El dueño del coche viejo (que no antiguo), ese que contamina, ese que no puede entrar en las ciudades... de momento ha demostrado que su conducción no ha roto aún el coche con el que circula todos los días, ¿será que lo cuida y no lo fuerza? y lo más seguro es que si no ha cambiado de coche, tampoco sea por amor al viejo, será más bien porque carece de la economía suficiente para comprar otro nuevo.
Ya que he mencionado los coches antiguos, estos merecen una atención especial. Sus flamantes dueños, (muchos en Alemania), tienen un coche nuevo que les permite entrar en la ciudad cuando les place y durante los fines de semana, sacan su cadillac de paseo para darse una vuelta por el campo y comprobar la capacidad de la tierra para absorber toda la contaminación que esas viejas carracas son capaces de producir para no ir a ningún sitio en especial.
Pero no para ahí la cosa... después de haber abandonado el vehículo en las afueras de la ciudad, somos de los afortunados que viven en una casita individual y nos dirigimos al centro en el transporte público para poder dar un paseo. Los meses de frío superan (o al menos lo hacían) con creces a los de calor, pero sin embargo en pleno mes de diciembre las calles están repletas de mesas en las que comer o cenar. ¿frío?, que va, para evitarlo ponen unos radiadores debajo de los toldos para calentar directamente la calle... algo definitivamente ecológico...
Y es a lo que me refiero con el título, al falso ecologismo hipócrita que parece reinar en estos lares. No hace tanto tiempo que admiraba desde España, la limpieza ecológica de nuestros vecinos, Holandeses, Alemanes y otros, tildábamos de sucias a nuestras ciudades y nos sorprendía descubrir que aquellos teutones, aquellos bárbaros de antaño, nos enseñaban civismo, ecologismo y amor a la naturaleza...
Una pedorreta... es lo que podemos oír y ver si pulsamos en la imagen... pues ya son unos cuantos años viviendo entre ellos. Aunque no puedo negar que hay áreas en las que nos llevan mucha diferencia; ciertamente, puede que parezcan más mentalizados que nosotros en la protección del medio ambiente, pero solo es eso... mentalización.... A mi, particularmente, me recuerda un poco esa forma de sofocar los gritos de la conciencia, entregando unos céntimos al mendigo o donando unos puntos de los que han conseguido simplemente gastando o derrochando para que traducidos a dinero, no sean más que unos pocos euros con los que enviar juguetes a un paupérrimo y lejano país, dándonos el dudoso derecho a sentirnos bien por haber ayudado a arreglar el mundo.
El último invento que han parido estas mentes "ecológicas" es un pase que en función de las emisiones teóricas de CO2 y otros contaminantes del vehículo, tiene uno u otro color que definirá el nivel de acceso a las ciudades en Alemania. Verde para acceder al centro urbano, amarillo para quedarse en las puertas y rojo... dos piedras, o cambias de coche o tienes la suerte de que el transporte urbano te permite llegar a donde precisas... y a tu coche. Si vives fuera de la ciudad, es una putada relativa, pero ¿que les ocurre a los que viven en el centro? Ya se pueden ir olvidando de hacer la compra de oferta en el súper porque a ver quien es el chulo que mete doce cartones de leche, el detergente, los yogures y la barra del pan en esa bolsa arrugada con la que hay que ir a comprar por no pagar por otra bolsa.... y que decir de los helados, a los que son tan aficionados... deberían meterlos directamente en un tupper y llegar a casa y calentarlos en el microondas... y bebérselos calientes, como la cerveza en según que sitios.
¿Y todo para que?... ¿ecologismo?... si tenemos presente la diferencia de emisiones contaminantes de un vehículo circulando a 100km/h con las que realiza otro a 200km/h, seguramente llegaríamos a la conclusión de que el ahorro ecológico sería mucho mayor si se limitase la velocidad máxima de las autopistas alemanas y no se permitiese simplemente, correr hasta que reviente el coche...
Pero ahí está el quid de la cuestión... correr hasta que reviente el coche... y comprar uno nuevo, claro. Así pasa que los coches se suelen cambiar a los 3 años (en Alemania)... muy ecológico... teniendo presente la energía y las materias primas necesarias para fabricar un coche, pero claro... igual no es casualidad que el motor de la economía del país esté basado en la industria del automóvil. (VW, BMW, Audi, Mercedes...)
El dueño del coche viejo (que no antiguo), ese que contamina, ese que no puede entrar en las ciudades... de momento ha demostrado que su conducción no ha roto aún el coche con el que circula todos los días, ¿será que lo cuida y no lo fuerza? y lo más seguro es que si no ha cambiado de coche, tampoco sea por amor al viejo, será más bien porque carece de la economía suficiente para comprar otro nuevo.
Ya que he mencionado los coches antiguos, estos merecen una atención especial. Sus flamantes dueños, (muchos en Alemania), tienen un coche nuevo que les permite entrar en la ciudad cuando les place y durante los fines de semana, sacan su cadillac de paseo para darse una vuelta por el campo y comprobar la capacidad de la tierra para absorber toda la contaminación que esas viejas carracas son capaces de producir para no ir a ningún sitio en especial.
Pero no para ahí la cosa... después de haber abandonado el vehículo en las afueras de la ciudad, somos de los afortunados que viven en una casita individual y nos dirigimos al centro en el transporte público para poder dar un paseo. Los meses de frío superan (o al menos lo hacían) con creces a los de calor, pero sin embargo en pleno mes de diciembre las calles están repletas de mesas en las que comer o cenar. ¿frío?, que va, para evitarlo ponen unos radiadores debajo de los toldos para calentar directamente la calle... algo definitivamente ecológico...